Lost River (2014) es el debut como escritor y director de Ryan Gosling. Se trata de un revoltijo de buenas decisiones, como el uso de luces neón, la locación en un pueblo abandonado y parcialmente sumergido bajo el cauce de un río, además de personajes que parecen salidos de un cuento infantil. La trama involucra situaciones extrañas con toques de fantasía, lo que hace de ésta película una historia cinematográfica que toma referencias por todos lados y los transforma en un producto visualmente placentero.

Los ecos de un Harmony Korine, los giros inesperados de un Leones de Jazmin López, el ambiente fantástico de un Leos Carax o las luces neón con colores saturados de Nicholas Winding Refn forman una amalgama que funciona y que hace de la ópera prima de Gosling una película realmente magnífica.

No es una obra de grandes diálogos, por el contrario, apela a paisajes abandonados, sórdidos y majestuosos para dar un soporte congruente a la historia, el remix que hace Gosling nos cuenta la historia de Bones (¿cómo el nombre de su banda?) un adolescente que tiene que robar el cobre que encuentra dentro de casas abandonadas para poder pagar la casa en donde vive con su madre Billy, una dama que parece salida de los años sesentas, (tal como el personaje que Christina Hendricks interpreta en Mad Men) y su hermano pequeño.

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Los antagonistas son Billy, con su característica chamarra tipo Drive quien se cree dueño de ese pueblo fantasma y Dave un banquero que de noche es dueño de un club decadente y perverso. No podían faltar los personajes secundarios pero memorables como Eva Mendes como Cat, la actriz gore o Rat la princesa solitaria, amor platónico de Bones. Todos ellos viven en Lost River ese pueblo atorado en medio de la nada, como el limbo, un mundo entre los vivos y los muertos.



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Es interesante como un actor como Gosling ha asimilado muy bien la cultura visual de los últimos diez años, a sus 35 años y al participar en variadas películas, su proceso creativo se ha impregnado de toda esa parafernalia cinematográfica, tanto la música como el uso de la cámara lenta en momentos clave.

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Las casas incendiadas o el vestuario de sus personajes principales inmediatamente colocan a su creador como una esponja de su tiempo, del tipo de Xavier Dolan, un director que sabe apropiarse de la cultura visual del momento, del videoclip o de la música pop para crear películas originales, quizá Ryan Gosling no haya creado algo verdaderamente novedoso pues su apropiacionismo es palpable en exceso, pero su obra tiene un ritmo fluido, un historia bien contada y personajes carismáticos que ayudan a envolver al espectador y terminar como en un cuento de hadas macabro pero con final feliz.

La puedes ver dentro de la programación de Netflix.

 

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