Algunos habrán leído que hace unas semanas un joven músico hawaiano se paró frente a un grupo de líderes mundiales, invitados por el presidente de Estados Unidos y cantó una canción de protesta: We Are The Many. El suceso aparece como una ilusión en un mundo donde la canción de protesta parece tener tan poco crédito y sólo unos cuantos se atreven a intentar algo en el género; acaso porque la canción de protesta es un como un documento de guerras perdidas en la era del imperialismo y el neocolonialismo.

En fin,  la canción se hizo en el contexto del movimiento Occupy que ahora se gesta en las calles de nuestro país vecino. Algunos han llamado a este tema, compuesto e interpretado por Makana, como el himno del movimiento. Sin duda, las circunstancias del suceso parecen tener suficientes características para llamarlo emblemático.

Que las únicas tomas de video conseguidas hayan sido a través de una aplicación (una app) para afinar instrumentos musicales habla de un cambio generacional. Es decir, pone frente a frente a dos sectores de la población que se reconocen como opuestos. Entonces la canción de Makana cae justo en el lugar adecuado para establecer algunos nombres: nosotros somos los muchos, ustedes son los pocos, dice la canción. Un hombre blanco, con cabello cano, vestido en un impecable traje de pronto voltea a ver al joven: ¿En serio está cantando eso? Es lo que parece decir su expresión. La separación no puede ser más evidente en ese momento: el vigor del joven artista contra la expresión de disgusto del viejo.



También es un suceso emblemático porque el movimiento al que apoya Makana, como muchos alrededor del mundo, también saca ventaja de las “armas” que les da el “enemigo”. ¿No es el idevice (o cualquier aparato con una plataforma parecida al iOS, que es un sistema operativo pero también un sistema económico en sí mismo) el hijo prodigo del capitalismo y la democratización? Al menos, lo es en teoría. Pero  como toda arma/herramienta puede ser usada en cualquier dirección. El idevice y su interacción con Twitter pareciera ser el arma por excelencia de los movimiento de protesta a nivel mundial y el uso que Makana le dio a su teléfono vuelve a comprobar esa tesis.

La situación no pasó a mayores. No tenía porque; todo quedó en una expresión inofensiva, acaso porque Makana estaba solo, o porque las diferencias entre los unos y los otros no son tan grandes o irreconciliables.


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Por Fernando García

@unfernando

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