¿Recuerdan ese texto titulado «La generación Zoé»? En él se planteaba que la juventud mexicana, al ser excluida del sistema, se regodeaba en su indiferencia; lo que se reflejaba en la música «de moda». El texto vuelve a ganar (o perder según se quiera ver) relevancia con la emergencia de movimientos como el Anti-Peña o Yo Soy 132. Me parece que el texto apunta bien al decir que existe una indiferencia generalizada ante los problemas que nos afectan directamente: fallamos en reconocer la relación entre las decisiones de los gobiernos y nuestra realidad, así como fallamos en entender la relación entre arte y política, problemas sociales, economía y otros factores que determinan como nos acercamos al arte.

De esta situación no podemos solo culpar a Reactor y su dudosa selección de música, ni a los músicos «de cuento de hadas» que si reciben atención. En el mundo de la oferta y la demanda existe una razón obvia por la que estas bandas siguen alimentando los oídos mexicanos: se venden lo suficientemente bien. ¿Qué pasaría si de pronto exigiéramos más?

De fondo también está la distribución de música. Esta es una generación que ha crecido con el alejamiento de las tiendas de discos: por los precios, por el file sharing. Es una generación cuyos melómanos escuchan mucha más música en ingles que en español y que valoran la etiqueta ‘vintage’. Ninguno de nosotros creció viendo a Bono haciendo su activismo y muchos no creen que la música pueda ayudar en algún modo a los problemas sociales.




Nuestros ídolos fueron dandis neoyorquinos o londinenses, no irlandeses con un sentido de compromiso social o californianos hartos del sistema. Mi generación no recuerda a los Caifanes por Aviéntame o El Comunicador, sino por No Dejes Que, la baladita. Mi generación un día se despertó y se dio cuenta de que los ídolos del rock en español eran juniors, clase media alta,  que la mayoría de las veces no sabían tanto de la situación del país porque siempre vivieron comodamente.

 También habría que recalcar que esta indiferencia no es un problema exclusivo de México: un indicador más de la muerte del rock & roll, el no-vivo, que esperamos pacientemente a que vuelva. La música de hoy no esta representado al mundo en crisis; a la crisis la da por sentado.

 A pesar de estos factores, y otros no desarrollados por falta de espacio, tendremos que esperar para ver como se articula la efervescencia reciente y cuales son los canales que utiliza. No es sólo un asunto generacional; los enemigos de esta generación están entre ellos, y las armas escasean. Al final de cuentas hablamos de un enemigo común: la indiferencia presente más allá de las esferas del arte.

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Por Fernando García

@unfernando

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