En un hotel de Madrid él cenaba con su esposa. Se puede imaginar la tranquilidad que emanaba de un ser que había creado tantos mundos maravillosos. De pronto llega Mick Jagger, la gran estrella de rock, el vocalista de los Stones, quien se arrodilla frente a él y lanza las primeras palabras:

–Maestro, yo lo admiro.

–¿Usted quién es?– le responden al multimillonario rockstar.

–Soy Mick Jagger– dice, en un arranque de humildad insospechado en un personaje cuya fama ha alcanzado latitudes fuera de este planeta.



–Ah, el de los Rolling Stones– responde el maestro.

Ese fue el encuentro que narró María Kodama, viuda de Jorge Luis Borges, en entrevista emitida por Radio 10, que sostuvieron el escritor argentino y el cantante británico. Y que recuerda la estrecha relación de la música con la literatura, esa que se podría remontar a los juglares de la Edad Media.

Ambas, música y literatura, evolucionaron a su modo pero siempre en caminos paralelos. Relación que quizá encuentre una de sus mejores representaciones con Goethe y Beethoven, genios y máximos exponentes cada uno en su rama, una “amistad extraña” que unió el amor por una mujer, y que relata Kundera de forma inmejorable en La Inmortalidad.

Recientemente, Bob Dylan es uno de los músicos a quien el mundo literario no ha dejado de reconocer: ha sido candidateado en varias ocasiones para el Nobel de Literatura, que probablemente nunca gane, así como Borges tampoco lo ganó.

En este año encontramos el reconocimiento otorgado a Leonard Cohen, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011; virtuoso de la voz y la pluma, además de un realista hasta la médula, Cohen ha sabido explorar esa insatisfacción y enojo para convertirla en un lenguaje artístico inquebrantable.

“No soy pesimista, el pesimista es el que espera que llueva, yo ya estoy empapado”, escribió.

La catedrática de la UNAM, Sara Sefchovich, aportó una apasionada reseña (Revista de la Universidad de México, Julio, 2011), de lo que significa Cohen para la literatura, la música y el entorno social en quien ha influido. A continuación un fragmento que dignificará la presente columna y la hará, por lo menos en un párrafo, legible:

Se hizo justicia. A la poesía. A una generación toda. A un rey que no quiere serlo: “Te amarro a la silla de la cocina, rompo tu trono y te corto el pelo”. A un judío como los que expulsaron de España en el siglo XV. Al trovador que le canta a los comunes, pero recibe también aplausos de la realeza. Quién lo hubiera dicho: un hippie en palacio, un judío en Sefarad, un ciudadano honrado por el Príncipe.

Hallelujah.

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