Para muchos, Andy Warhol debe ser considerado el padre del pop-art, el artista que en 1967 diseñó una de las portadas más famosas de la historia en el álbum The Velvet Underground and Nico. La banana impresa es ejemplo de minimalismo y habitante de pósters y playeras, a más de cuatro décadas de distancia, esto, sin mencionar los retratos de Monroe o Jagger, las latas de Campbell’s o la absurda idea de una fábrica de arte.

Sin embargo, Warhol y toda la corriente pop, tienen un padre putativo artístico: el recientemente fallecido Richard Hamilton que, así como Warhol hiciera su frutal portada, él puso su firma en The White Album de The Beatles, en 1968, disco afamado por dentro y por fuera, con esa sencillez en el diseño inesperada en un trabajo de Hamilton y en una caratula del cuarteto de Liverpool.

Antes, en 1956, Hamilton exhibió por primera vez, en la Whitechapel Gallery de Londres, la obra de arte, considerada primera en la historia del pop-art, que lo inmortalizaría como pionero de la corriente artística, bajo el larguísimo título de Just what is it that makes today’s homes so different, so appealing? (¿Pero qué es lo que hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?).

Aquella exhibición fue un vistazo al futuro tan innegable que en el nombre llevaba lo profético, This is tomorrow (Esto es mañana). En efecto.



El trazo de Hamilton (24 de febrero de 1922), que dio un paso adelante en el tiempo, se apagó el pasado 13 de septiembre cuando el artista ya contaba 89 años.

El portal de noticias cuartopoder.es dedicó una semblanza al británico, de la cual se rescata a continuación un fragmento que aborda lo que Hamilton significa para el mundo de la plástica europea:

“El pasado año el artista entró en el Museo del Prado, algo insólito para un gurú del pop, con motivo de la exposición Las Meninas, donde se exhibieron obras suyas junto a otras de Goya y Picasso, nada menos. Allí mostró lo que había sido su aportación al homenaje que se le realizó a Picasso cuando cumplió noventa años: cinco dibujos preparatorios y seis pruebas de estado que culminaron, luego, en la estampa definitiva. Allí fue también cuando se bautizó como ‘el abuelo del Pop’, con cierta ironía, claro, pero también con un escondido deje melancólico sobre las consideraciones de lo que es el mercado del arte”.

Así, sin la justicia total de la fama, pero con una trayectoria que desde hace mucho se inscribió en la posteridad, se despidió del mundo físico un mago más del pincel; se une a Leonora Carrington y a Lucian Freud, quienes también partieron durante este año, símbolos del surrealismo y la pintura figurativa, respectivamente.

Hoy la tercia debe estar buscando la manera de recrear y embellecer el paraíso.

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