Cual si fuera un rockstar, el escritor Mario Vargas Llosa viajó, habló (y fue escuchado), polemizó, vendió y ocupó los primeros puestos en el mundo de las letras gracias a ese reconocimiento tan importante que es el Premio Nobel de Literatura.

El peruano ha creado una escuela alrededor de su narrativa que en la época de La Ciudad y Los Perros difícilmente pudo haber imaginado. Aquella, por cierto, una de las más grandes novelas de la literatura latinoamericana que se han escrito, y que comenzó a cosechar nombre y respeto para Vargas Llosa.

Con el Nobel, el escritor que compitió contra Fujimori por la presidencia de Perú en aquel negro 1990, adquirió una voz política más elevada e influyente, como siempre lo quiso, mientras que el dictador terminó encarcelado. Después de todo, la vida acostumbra colocarnos en el lugar correcto.

Sí, es el Nobel el que genera todo un movimiento a nivel mundial. El que subió al pedestal a gigantes como Neruda, T.S. Elliot, Saramago, Shaw, Yasunari, Beckett, Jiménez o Camus, por mencionar algunos.



Pero también es el Nobel, el que le quedó a deber a otros esenciales como Borges, Tolstói, Fitzgerald, Henry Miller, Mailer, Bolaño, Proust y que al ignorarlos no se detuvo a pensar que el que perdía era él y no ellos.

Este lunes comenzarán a caer las máscaras y se anunciarán a los ganadores en las distintas categorías, para el Nobel de Literatura, como es costumbre, se mantiene en misterio la fecha en que se dará a conocer a la o al laureado.

Los nombres ya empiezan a invadir las mesas de discusión de los expertos, e incluso las salas de apuestas, porque las letras no quedan exentas de los recintos donde lo común son las carreras de caballos, las máquinas tragamonedas y los quesos de Oaxaca.

Si se tratará de una competencia equina, en la que las preferencias son las que controlan a los participantes, se podría ver que adelante va Haruki Murakami, un japonés que no sólo vende lo que quiere, sino que ha creado un culto alrededor de su obra que en cualquier momento podría convertirse en religión.

Le sigue Philip Roth (favorito del que aquí escribe), autor judío norteamericano que lo ha ganado todo excepto el Nobel, que escribe con un rencor artístico inigualable y que lleva más de una década entre los favoritos. Debería ser Roth.

Aparecen otros más en la recta final, entre ellos Salman Rushdie, de quien platicamos un poco en fechas recientes y cuya premiación se ve lejana por la tensión que podría crear políticamente.

Por México lucen dos de los pilares de la narrativa nacional, Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco, aunque el hecho de que Vargas Llosa se haya llevado el último Nobel restará atención en el mundo de la Ñ.

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