Muy probablemente, el tema más abordado en el mundillo de la música popular sean las infinitas interpretaciones metafóricas sobre el amor. Que si es como un elefante en una vidriería, un chimpancé con una metralleta o en el caso que nos atañe: una flamante nave espacial, maravillosa, vertiginosa y como es de esperarse, sin frenos, ni timón.

 

Nave Espacial es el más reciente sencillo de la mexicana Marian Ruzzi, se trata de una cantautora originaria de Chihuahua que pese a su juventud, puede presumir de una amplia experiencia trabajando como músico de estudio y colaborando con figuras como Natalia Lafourcade, León Larregui, Javiera Mena y más recientemente, con Gepe y Emanuel Del Real.

 

En repetidas ocasiones, Marian ha declarado a los medios que uno de sus intereses profesionales es crear ambientes para soundtracks. Esa peculiaridad puede percibirse en cada una de las piezas musicales que ha puesto a disposición de todo aquel que quiera escucharlas en las redes sociales. Como muchos artistas independientes, que costean sus producciones con recursos propios, Razzi ha optado por un formato de entregas episódicas en las que ha impregnado su identidad musical.



 

La creación de ambientes es lo que hace de Ruzzi una artista diferente. Cada una de sus piezas está marcada por una emoción muy particular y en el caso de «Nave espacial», con la participación magistral de Meme, ese feeling parece navegar por la incertidumbre de un amor pasional, vibrante y emotivo, pero sin certezas ni claridades.

 

Una interpretación muy personal de quien escribe estas líneas, acerca de la letra y música de «Nave espacial» es que, cualquiera que se haya enamorado apasionadamente, -especialmente en sus años de juventud-, sabe que el amor intempestivo, el que ocupa nuestros pensamientos y nos afecta de tal forma que ahuyenta el apetito y las horas de sueño, es un asunto al que hay que tomar muy en serio. Un movimiento en falso y todo aquello que parecía darle sentido a la vida, puede hacer añicos nuestra estabilidad emocional.

 

El mundo avanza de forma inclemente, pero a bordo del subidón de emociones que da el enamoramiento, el tiempo pasa a otro tiempo, las fuerzas de gravedad se desvanecen y flotamos en un trance que nos hace olvidar que quizá esa nave se precipita a una velocidad vertiginosa contra una pared. Pero bien vale la pena sentir la experiencia y dejarse llevar por los encantos del azar.

 

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