Fue en abril de 1989 cuando Alan McGee llevó a Bob Gillespie a un club y le dio su primera píldora de éxtasis. La primera no funcionó. La segunda funcionó tan bien que para junio ya estaba reinventando (junto con muchos otros) el acid house.

Dentro de ese periodo de abril a junio los integrantes de un grupo se reunieron alrededor de un televisor en un camerino antes de un concierto frente a 300 estudiantes para ver a Happy Mondays y Stones Roses en el programa Top of the Pops, ambas bandas terminaron de romper algo al interior de Primal Scream.

Para Gillespie, el momento de la reivindicación había llegado por fin, tal vez el punk lo había empujado a pertenecer a una banda como Jesus & Mary Chain, pero en ese momento bajo el influjo del éxtasis con Primal Scream sentía una urgencia por redimir el rock and roll, pero su actitud era la de la idea de que debía ser una celebración, una experiencia de alta energía. Sentía que el rock se había vuelto demasiado hacia adentro, “un poco demasiado serio”. Era necesario hacerlo de otra forma, en ese momento era lo que rock and roll debía ser, excepto que era moderno, era futurista.

Pero las píldoras y las intenciones no hubieran logrado gran cosa si Primal Scream no se hubiera encontrado con el DJ Andrew Weatherall y él no hubiera aceptado remezclar su canción I’m Losing More Than I’ll Ever Have. Sin ese encuentro no hubiera aparecido el sampleo de un diálogo de Peter Fonda en la película de motociclistas The Wild Angels y la línea que definió su estilo en su tercer disco: «We want to be free to do what we want to do… we want to get loaded and we want to have a good time». Sin eso, nada hubiera tenido significado.



El sencillo Loaded fue lanzado en marzo de 1990, en un principio parecía una especie de baile/excursión traidor del rock, pero sólo eran los primeros signos de la génesis de Screamadelica, un disco que tenía más en común con el free jazz, John Coltrane y Ornette Coleman que cualquier elemento del rock contemporáneo, era como un salto masivo a otro planeta, un nuevo territorio que llegó con el inicio de una nueva década, la caída de Margaret Thatcher en el poder en el Reino Unido y, para Primal Scream, eso tenía un vínculo explícito entre el acid rock y el acid house. El disco simplemente se convirtió en una serie de letras y títulos robados de Sam Cooke, Can, MC5 y más, Screamadelica emergió como un libro de recuerdos secreto de sus influencias.

Siempre tomas un riesgo cuando ves a alguien tratando de recrear el pasado, pero con Primal Scream no se trataba de una simple resonancia emocional, se trataba de la música, que en última instancia, siempre te mueve hasta hacerte bailar y llorar, posiblemente las dos cosas al mismo tiempo.

Tan sólo mira el arte del álbum. Lo has visto, todo mundo lo ha visto, tal vez es una de las tapas más reconocibles de la década de los 90. Parece una cara, parece un sol… ¡parece una persona en ácido con los ojos saltando de sus órbitas! El artista Paul Cannell definitivamente estaba sintonizado con la banda o al menos con el parche sin forma que encontró en el techo de las oficinas de Creation Records después de tomar ácido, pero eso no es lo que la hizo perfecta para Screamadelica.

Lo que la hizo encajar fue el hecho de que Screamadelica es sin duda un álbum inducido por varias oscilaciones entre los extremos de la euforia y la ensoñación, con Screamadelica, Prinmal Scream quería encontrar unidad (aunque a través de gafas oscuras al día siguiente), sin embargo se sumergió en el contexto de los discos que le abren a uno los ojos a algo nuevo y, en 1991, esa novedad ponía a prueba no sólo los anteriores gustos musicales, también abría el panorama de las texturas de clubes, los remolinos de cintas en loops, los sampleos y los elementos de lo bailable fraternizando con el rock tradicional y el góspel.

Tal vez el disco se vio opacado en cierta medida por Nevermind, que salió a la venta un día después, quizás también es la razón por la que un año antes de cumplir dos décadas Primal Scream lo retomó completo en vivo y lo vuelve a lanzar (en edición de lujo) la próxima semana. Nervermind suena diferente, pero Screamadelica todavía suena a ninguna otra cosa, aún 20 años después de su gestación. Es digerible aún si estás perdiendo la cabeza en un club, mirando tu ubicación en un mapa o musicalizando una noche de seducción. Con dos décadas probándolo, no hay nada que no te sugiera que es un clásico sólido.

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