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Felipe Pérez Santiago es un compositor mexicano que ha encontrado el reconocimiento internacional gracias a su exploración de las posibilidades sinfónicas de la música al fusionarse con elementos electrónicos.

A propósito del lanzamiento de Mantis, una retrospectiva que compila sus composiciones más destacadas en el género electro acústico, Resonancia Magazine visitó el estudio de Pérez Santiago para conocer un poco más de sus inicios en la música, su trayectoria al lado del Mal´Akh ensamble y la edición de Mantis.

Para comenzar esta charla nos gustaría conocer el contexto histórico que te llevó a acercarte a la música, ¿Cuáles fueron los pasos que te llevaron a convertirte en uno de los compositores jóvenes más importantes de México?

Bueno, yo comencé en la música muy muy pequeño, alrededor de los 7 años. Desde muy niño tuve aptitudes, pero sobre todo un gran amor por la música. Yo no vengo de familia de músicos, mi papá es abogado y mi mamá diseñadora de modas, pero crecí con padres que siempre coleccionaron discos, me llevaban a conciertos y me inscribieron a clases de guitarra clásica y piano desde muy pequeño.



En la adolescencia, obviamente no me interesaba mucho tocar estudios de guitarra clásica de Carulli, lo que yo quería en ese entonces era tocar rock y conocer chicas. Sin embargo, gracias a esa inquietud pude acercarme a grupos de rock progresivo no convencionales como Pink Floyd, King Crimson, Emerson Lake & Palmer, Can o Genesis que realmente no me tocaron, pero que yo escuché mucho en retrospectiva. La verdad es que yo intenté combinar los mundos de la música clásica con estas formas no convencionales de hacer rock, sin embargo a los 16 o 17 años no tenía las bases ni la habilidad suficiente para crear un grupo así, de modo que fue ahí cuando decidí inscribirme en la carrera de composición.

 

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¿Acercarte a fórmulas musicales más avanzadas te alejó de tu intención de formar un grupo de rock progresivo?

Ya estando en la carrera, alrededor del tercer o cuarto año aprendí a componer música para cuarteto de cuerdas, coros y formaciones orquestrales clásicas muy avanzadas. No es que me haya dejado de interesar el rock, sin embargo, me llamó más la atención la música contemporánea. En ese momento yo pensaba que un grupo de rock a final de cuentas se limita a batería, bajo, guitarra y teclados, de manera que me llamó mucho más la atención componer música para formaciones más amplias. De cualquier forma, cuando terminé la carrera en el CIEM (Centro de Investigación de Estudiso Musicales)  aquí en México yo sentía que aún me faltaba desarrollar muchos conocimientos, por lo cual comencé a buscar escuelas en el extranjero, principalmente en Estados Unidos y Europa.

¿Porque decidiste estudiar en el Conservatorio de Rotterdam en Holanda?

Me decidí por el Conservatorio de Rotterdam, por varias razones, entre ellas la experiencia de vivir en Europa y sobre todo estudiar con el profesor Peter Jan-Wagemans, quien afortunadamente me tomó como su alumno. Además el Conservatorio es el único del mundo en el que conviven en el mismo edificio el departamento de Música, el de Danza, el departamento de Jazz, el de Rock y un departamento único del mundo que es el de World Music. Cabe destacar que me fui a estudiar a Holanda a los 23 años, de manera que me convertí en una esponja, absorbí muchísimos conocimientos musicales, aprendí varios idiomas, conocí a mucha gente y sobre todo, escuché muchísima música.

Sin embargo, eventualmente decidiste fusionar la música culta con el rock con el proyecto de rock Mal´akh que probablemente obedece a una aspiración pendiente que tenías desde tu adolescencia.

Totalmente. Antes de dar forma a Mal´Akh mi vida como compositor orquestral consistía en meterme tres meses a componer en solitario a un estudio para obtener una partitura sinfónica que, en la mayoría de los casos, se ejecutaba una sola vez: la noche de su estreno. La interacción humana en esa profesión musical es mínima,  realmente se limita a los ensayos previos con los músicos unos días antes del estreno. Me encanta esa parte de mi trabajo, ahora mismo acabo de terminar una obra para el Quinteto de vientos de la Ciudad de México y una obra mía la va a tocar la Orquesta Sinfónica de Puebla, pero desde que vivía en Holanda sentía que me faltaba la interacción humana. Al regresar a vivir a México, buscando mejores oportunidades de trabajo tras la crisis en Europa recibí varios encargos muy raros, entre ellos uno de la Delegación Miguel Hidalgo en 2010 como parte de las celebraciones del bicentenario de la Independencia de México.

El encargo era arreglar música mexicana del periodo de la Revolución con un ensamble de música de cámara y dos cantantes muy destacadas: Lila Downs y Denisse Gutiérrez, el reto era mezclar esas canciones con beats electrónicos. Para lograr ese reto recluté al programador Juan Arévalo. El resultado fue todo un éxito y el concierto reunió a más de 10,000 personas que salieron muy contentas.

Literalmente en una borrachera tras el concierto, Juan me propuso trabajar juntos  en un proyecto que tuviera que ver con el ensamble Mal´Akh que yo previamente había formado  en Europa. Ahí fue donde me vino a la cabeza la idea de formar un nuevo  Mal´Akh con el formato de una banda de rock, pero que tocara música académica. La alineación la integramos con una estupenda cantante llamada Ana Ragasol que además es una gran diseñadora de audio. A partir de ahí invitamos a colaborar a gente muy talentosa como Ely Guerra, Alex Otaola, a gente como Danny Slotnik, Shara Worden  y Luca Ortega, con quienes  dimos forma al disco Néctar con el que tocamos en el Vive Latino.

A partir de ahí dimos un giro con la creación del proyecto Animalik que consiste en musicalizar viejas piezas de cortometrajes que hemos recopilado gracias a colaboraciones voluntarias y videos que hemos encontrado en Youtube . También hemos dado forma a el Mal´Akh acustic que consiste en tocar todo el disco Néctar en formato acústico.

Hasta ahí tu experiencia había sido principalmente acústica ¿Qué fue lo que te llevó a acercarte a la música electro acústica?

Realmente la música electrónica se basa en la experimentación, y eso es algo que siempre me ha interesado. La música electroacústica, como su nombre lo dice, comenzó cuando se combinaron los instrumentos acústicos con elementos electrónicos, lo que anteriormente se conocía con nombres como piezas para Cello y cinta, que eran elementos sintéticos pre grabados que luego se combinaban con movimientos clásicos de Cello. Más tarde, esos mismos arreglos de cinta comenzaron a llevarse a formatos orquestrales e incluso a la Ópera como en las óperas de Licht de Karlheinz Stockhausen. Más adelante, los estilos electrónicos se fueron desarrollando hasta llegar a cosas tan complejas como las obras de Jean Michel Jarre, Vangelis y Kitaro. Curiosamente, en la década de los 2000, la música dio una vuelta interesante a lo académico con la llegada de Aphex Twin. Naturalmente que todo este mundo despertó en mi la inquietud de componer obras de esta naturaleza.

 

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¿Qué opinas de la gente que hace música electrónica gracias a software sin tener ningún conocimiento musical?

Mira, dicen que desde que salió Instagram todo mundo es fotógrafo. Eso mismo sucede con la música, qué padre que todo mundo pueda hacer beats usando programas como Reason o Garage band, qué padre que exista más gente aficionada a la música y que haga sus discos y pueda distribuirlos, pero es difícil que pase se ahí, porque es gente que no tienen ningún conocimiento de composición.

Ahora, la música es para todos, no creo que deba haber una policía musical que diga lo que vale o no la pena. Yo estoy a favor que todo mundo pueda tener una laptop, unos buenos audífonos y hacer su propio disco de música electrónica. Que eso realmente aporte algo a la música mundial, lo dudo muchísimo, porque hacer beats es  la cosa más sencilla del mundo.

Aunque es poco común, no dudo que exista gente con una sensibilidad muy desarrollada y con un buen oído que pueda llevar composiciones desde ese formato «user friendly» a música elaborada, por eso hay gente como Alva Noto, Ryuchi Sakamoto y alguien a quien yo admiro muy cabrón que es Amon Tobin, un tipo brasileño radicado en Canadá que primero graba a una orquesta, luego lo mete a la computadora y con hace vinilos con los que scratchea en vivo. Yo lo he escuchado en vivo y es verdaderamente alucinante lo que hace el tipo en vivo, porque inmediatamente te das cuenta que hay todo un proceso creativo detrás de su propuesta.

Llegamos a la parte esencial de esta entrevista, háblame un poco de Mantis, el disco que acabas de editar y que reune gran parte de tu trabajo electroacústico.

Este disco se dio a conocer como un proyecto cultural. Se trata de una recopilación editada por CONACULTA y el CMMAS (Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras) de Morelia que entre otras cosas, se distingue por editar discos de composiciones electrónicas. El director de esta institución, el Dr. Rodrigo Sigal Sefchovich me invitó a sacar un disco con una retrospectiva de mi trabajo electroacústico con el apoyo de financiamiento del CONACULTA y el gobierno de Morelia. Considerando que el CMMAS es una institución especializada en música electrónica, me decidí a hacer un trabajo retrospectivo que abarcó un periodo de 1989 hasta el 2012 materializado en 12 piezas que fueron brillantemente remasterizadas en el estudio Analog 3D de la Ciudad de México.

El disco no esta propiamente a la venta, sin embargo se puede conseguir a través de la página del CMAS, en la tienda online de iTunes y solicitandolo personalmente a través de mi correo electrónico que se puede encontrar en mi página web: felipeperezsantiago.com Aunque el formato físico del disco esta un tanto restringido, me encantaría difundirlo a través de descargas digitales a todos los que me lo soliciten.

Finalmente, y como colofón a esta charla: ¿Qué le recomiendas a los jóvenes compositores mexicanos que aspiran a tener una carrera como la tuya?

Lo primero que me gustaría recomendarles es que estudien, no es necesario estudiar 12 años de conservatorio para componer música clásica como yo, pero si es necesario que conozcan su instrumento, las bases de la música y que conozcan de armonía. Hay un gran cliché entre los músicos jóvenes queice que «si estudias músicas vas a perder la creatividad y las ganas de componer».  Eso es una soberana estupidez, al contrario, estudiar música te va a dar las herramientas para expresar a nivel musical todo lo que traes en la cabeza. No tengo nada contra la gente que compone de forma empírica y que con tres acordes puede crear grandes canciones de punk, pero si no estudias, va a llegar un momento en que te vas a limitar y hasta ahí vas a llegar.

Otro consejo que le puedo dar a los músicos que ya están ejerciendo es que no se limiten, la música es infinita, si tu haces una ecuación entre el número de notas, más el número de acordes, más el número de instrumentos que existen el resultado simplemente es infinito, porque a todo eso, que es la parte matemática, hay que sumarle la creatividad humana que también es infinita.

El último consejo que daría no solo a los músicos sino a todo mundo es escuchar. Es muy sencillo entrar en una zona de confort y escuchar solo la música que te gusta, el reto consiste en escuchar algo que no te guste  para experimentar qué puedes aprender de la música que no te gusta o no entiendes. Un ejemplo: Yo la primera vez que escuché el «Bitches Brew» de Miles Davis dije: «¿Esto es ruido!», la segunda vez dije: «Bueno, es un ruido bastante interesante» y finalmente, la tercera vez dije: «¡Esto es una puta obra de arte!».

Claro, el primer encuentro con la música que inicialmente no te gustó puede ser desagradable, pero si le das una segunda y hasta una tercer oportunidad a esa música, los resultados pueden sorprenderte. Hay que expander los horizontes musicales, porque  eso te enriquece como persona y por ende como músico.

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