Por: Marianna Stephania

Las antologías tienen algo de museos. Los cuentos que las conforman son obras de una exposición retrospectiva que busca indagar en los cambios, los matices y las diferencias en la producción de un autor. Así, El fin de la lectura es un libro que muestra diferentes piezas de la narrativa de Andrés Neuman. Los veinticinco relatos que reúne este libro editado por Almadía fueron escritos durante diez años, por lo que se puede observar cómo la voz, el estilo y las preocupaciones del escritor argentino han ido cambiando, su manera de narrar se ha hecho más compleja, de tal manera que durante la lectura se podría olvidar que se está leyendo un libro escrito por un único autor.

Andrés Neuman ha escrito prácticamente todos los géneros. Su novela El viajero del siglo obtuvo el Premio Alfaguara en el 2009 y sus poemas han sido incluidos en diversas antologías. Sin embargo, el cuento es uno de los géneros que más ha desarrollado. Ha publicado cuatro libros de cuentos y El fin de la lectura reúne historias de todos ellos. A pesar de ser breves, se puede apreciar la eficacia narrativa de Neuman, ya que en unos cuántos párrafos es capaz de trazar con profundidad las situaciones en las que están inmersos sus personajes. Leer este libro nos recuerda que las clasificaciones apelan a las generalidades para olvidar las particularidades, ya que las historias que integran esta antología tienen una diversidad de temas, de personajes y de puntos de vista.

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No hay un criterio claro sobre cómo se ordenaron los textos, no se menciona una temática o cronología, lo que da la libertad de abordar el libro como mejor le parezca al lector. Cada historia es una puerta que nos muestra una de las posibilidades del universo narrativo de Neuman. Uno de sus personajes inventa historias a partir de la ropa que cuelgan sus vecinos, lo que nos recuerda que cualquier objeto o situación es un pretexto para desarrollar la escritura: “Con tres cuerdas o cuatro, se debería disponer de material suficiente para una novela de misterio.”



Es por esto que los temas de sus cuentos tienen la diversidad de la vida misma, ya que van desde las relaciones de pareja hasta las obsesiones enfermizas. Cada una de las piezas de este libro son una confesión. Los personajes revelan los detalles necesarios para mostrar sus neurosis, sus miedos, el engaño en el que viven, ya sea a través del monólogo (Monólogo del monstruo, monólogo de la mirona), en forma de diario (Juan, José) o a manera de diálogo (Una raya en la arena, Una prueba de inocencia). Los escenarios también son variados, desde una calle en Granada, hasta el lugar donde asesinaron a John Lennon, pasando por un cuarto de hospital o el consultorio de un psiquiatra. El espacio no es casual, está estrechamente unido con lo que sucede a sus personajes y les otorga profundidad.

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En uno de los cuentos más complejos, Alumbramiento, el escritor hace un entramado de tiempos y lugares que se van sobreponiendo para narrar la experiencia de un hombre dando a luz. El protagonista se entrega a su mujer, contrario a lo que generalmente sucede con los personajes masculinos, lo que resulta en un texto de una violenta dulzura que cuestiona los roles de género y explora lo que significa para un hombre ser padre, amante e hijo al mismo tiempo.

En Después de Elena, al perder a su esposa, el protagonista decide perdonar a sus enemigos. El cuento narra las causas por las que el personaje se enemistó con ellos: “Hay personas que tienen la virtud de volvernos más luminosos, como Elena. Y otras que poseen la molesta facultad de recordarnos lo oscuros que somos, como Nora. De algún modo, eso es un mérito.” Esta historia hace pensar en la frase sartriana: «El infierno son los otros». Frase que podría encontrarse de fondo en la mayoría de los relatos, ya que el principal conflicto surge a partir de las complejas relaciones que experimentan algunos de sus personajes.

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Tal es el caso de El Abrazo que narra la historia de un hombre obsesionado con el brazo que ha perdido su mejor amigo. A través de la narración de sus sueños, el personaje revela sus obsesiones y la culpa: “Seguí soñando que Lisandro se quitaba alegremente el brazo delante de mí. A veces era él mismo quien lo arrojaba lejos. Otras veces le pedía a alguien un cigarrillo a cambio de su brazo y dejaba que se lo llevaran.”

La historia de El fin de la lectura muestra cómo algunos escritores, rebasados por su fama y las actividades sociales como las charlas y las presentaciones, olvidan su deber y sólo queda la pose, la altanería y la vanidad. A punto de dar una conferencia sobre la importancia de la lectura, uno de los escritores pregunta a otro: “¿Pero entonces tú hace cuánto que no lees?”. La situación que plantea este texto parece desesperanzadora, ya que muestra un mundo en el que ya ni siquiera los escritores leen. Sin embargo, el autor dice al final del libro: “El fin de la lectura nos lo impone el tiempo mismo que nos ignora y olvida. Ese fin lo pregona sin descanso nuestra época, tan proclive a los apocalipsis, mientras nuevos autores y editoriales rejuvenecen la palabra escrita. Por fortuna la lectura tiene también el fin de celebrar al lector, que nos regala otro comienzo.”

La belleza, las manías, las preguntas caben en los relatos breves que componen este libro y muestran cómo se puede transfigurar la vida cotidiana para hacer literatura sobre los planes que no se hacen. Aunque al abarcar tantos años de creación, también se puede contrastar la efectividad de algunos textos sobre otros, aún así la antología tiene la virtud de mostrar la capacidad polifónica de Andrés Neuman a lo largo de su carrera y de corroborar que el cuento es un prisma donde una voz puede descomponerse en una diversidad de colores.

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Neuman, Andrés
El fin de la lectura
México, Almadía, 2013, 148 pp.

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