Fui a ver Los 25 discos que cambiaron al rock mexicano, dos veces, y me pareció encontrar una situación relevante para las generaciones nacidas a partir de finales de los ochenta: la historia repetida de las bandas que queriendo adoptar las vanguardias anglosajonas terminan por borrar marcas de su identidad como bandas mexicanas. Esto no tiene nada que ver con el talento o la calidad del material pero si es un factor que ha determinado la permanencia de estas bandas en la memoria de la gente: no es lo mismo Kenny & the Electrics a Café Tacuba.
Aunque es una generalización, puede decirse que cada vez más las nuevas generaciones se alejan de la historia, de la música y del rock generado en México, lo que explica una circunstancia que esta muestra parece dejarnos claro: las nuevas generaciones son sorprendentemente similares en intereses a aquellas de los sesenta, setenta, y ochenta pero a diferencia de esta ultima, parecen estar empezando de cero, intentando lo mismo que las primeras oleadas de rock en México. Siguen intentando adoptar vanguardias anglosajonas a expensas de su propia identidad mexicana. Es decir, pretenden un Three Souls in my Mind y no un El Tri. Incluso Molotov, con el sonido californiano, necesitó canciones que los anclaran a «lo mexicano». Es como si las bandas de esta ultima generación se hubieran saltado la lección de las bandas de los ochenta; con la salvedad de unas pocas, como Enjambre y San Pascualito Rey, aunque sin éxito comparable. Me disculpo por la generalización, pero hago énfasis en que me refiero sobretodo a las bandas más sonadas en el radio y presentes en los festivales mas concurridos.
Ir a esta muestra es como recorrer una historia repetida, que reconoces en la realidad inmediata y donde incluso crees poder predecir el futuro. Pareciera que sólo las bandas que mezclaron pop, rock y folklore fueron capaces de sobrevivir mientras las otras obtienen premios más o menos valiosos dependiendo de su ambición.
