Este 2016 el Festival de Música y Cultura Iberoamericana Vive Latino llega a su edición 17 en medio de una polémica tradición de elogios y descalificaciones que inician desde el anuncio del cartel y culminan con las reseñas posteriores. Es muy válido criticar los puntos a mejorar de uno de los eventos más añejos del país, que al igual que sus competidores, ha buscado innovaciones para sobrevivir en un mercado cada vez más competido, pero también vale la pena analizar sus puntos a favor, más allá de ser el precursor de los festivales en México.

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Mantener el nivel de uno de los eventos masivos más importantes en México y latinoamérica no es tarea fácil, por un lado, continuar  la tradición de ofrecer un escaparate de lo mejor de la música iberoamericana y al mismo tiempo darle brillo a las bandas pioneras del continente, sin repetir headliners dos años seguidos ha generado críticas sobre la insistencia de presentar a bandas como Café Tacuba, Molotov, Cuca, Maldita Vecindad y Auténticos Decadentes cada dos años.

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Por otro lado, la innovación de traer actos internacionales de la talla de Arcade Fire, Underworld y Black Rebel Motorcycle ha sido igualmente criticada, ya no se diga la incorporación de expresiones de la música popular como los Tigres del Norte o los Ángeles Azules.  Sin embargo, lo que casi nadie destaca es que precisamente, los huecos que ha dejado de llenar el Vive, los han aprovechado otros festivales de menor tamaño como el Festival Nrmal, el Marvin, Ceremonia y otros descentralizados como el Pal Norte y Bahidora.



Hasta aquí todo se limita a una visión desde el mercado nacional, sin embargo cuando se tiene un referente de lo que ocurre en Festivales internacionales como Coachella en California, Primavera Sound en Barcelona,  Sonar en Benidorm, All Tomorrow Parties en Inglaterra e incluso Rock al parque en Colombia las virtudes del Vive Latino saltan a la vista.

En España y países europeos se destaca al Vive Latino como el único festival con una oferta mayoritariamente enfocada a la actualidad y tradición de  la escena latinoamericana. Se destaca también la unión entre países de todo el continente a través de la lengua hispana y los aspectos culturales que ha incorporado en los últimos años, como la oferta de las disqueras y las editoriales especializadas como Rythm and Books y más recientemente el sello Rock para leer de Marvin.

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En toda Europa no existe ese concepto en un festival masivo, la oferta se limita a una baraja de grupos internacionales que según las tendencias de la moda y salvo algún reencuentro destacable son los mismos que se presentan en Glastonbury y meses después en Coachella y Lollapalooza en territorio norte americano.

Por otro lado, el carácter contracultural que ofrece el Vive con expresiones como al carpa intolerante, los stands del tianguis del chopo y la carpa Ambulante es algo inexistente en un festival masivo de tradición en Estados unidos y Europa. En cambio, la hiper omercialización y apropiación de las marcas no solo de los escenarios, sino de las activaciones de marca e incluso de la selección de las bandas es una constante en festivales como Primavera Sound  en Barcelona, donde existe lo mismo el escenario Ray Ban que el foro H+M.

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En México se destaca mucho la oferta musical, comercialización  y  las activaciones de marca del Festival Corona Capital. Sin embargo, poca gente repara en que se trata de un concepto genérico, que no aporta nada a la identidad y se limita a replicar las banalidades asociadas a la imagen de festivales como Coachella, en donde importa más cómo ir vestido que conocer la música de los  grupos que ahí se presentan.

Celebramos mucho la llegada de escaparates como el festival Bahidora, Ceremonia, Pal Norte, Nrmal y Marvin, estos dos últimos los de mayor proyección y tradición. Sin embargo, no es lo mismo organizar y mantener un festival mediano que uno masivo por más de 20 años. Sólo el tiempo dirá si los antes mencionados se consolidan, o se unen a las filas de conceptos ya desaparecidos como Manifest o Colmena, que por cierto, iniciaron a la par que el Vive Latino.

 

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Por lo pronto, celebremos que existe el Vive, el único festival en el que todo el continente se une a partir de la lengua, en el que lo mismo se presenta una banda consagrada en el escenario principal, que una banda emergente en la carpa intolerante, en donde en cualquier momento puede darse un palomazo y uno de los pocos espacios que abre su propuesta a exponentes del rock urbano.

Un festival que para bien o para mal reúne todas las virtudes de la sangre y el humor latinos, pero también todos los vicios de la escena nacional y del público latinoamericano.

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