«Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo, no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa». Gandhi

El pasado lunes entrevisté en radio a Diego Rosas, un gran músico poblano que fue uno de mis primeros maestros hace 20 años. Desde luego se habló de muchas cosas en la charla, pero me cautivó un aspecto que en palabras de Diego indica La madurez de un músico.

¿Cuándo es que un músico alcanza madurez en su trabajo? Hay dos indicadores: el primero aparece cuando el trabajo en sí es su fin último. Normalmente, cuando se inicia en el mundo de la música se tienen fuertes deseos de “vivir de sus composiciones”, “volverse una persona célebre”, “demostrar al mundo que él o ella son los mejores”.

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Estos deseos no son malos en absoluto, simplemente como dijo una vez el guitarrista de jazz Pat Metheny “no son metas musicales”. Son aspectos que pudieran en un momento dado resultar motivantes cuando se está aprendiendo a tocar un instrumento o cuando se presenta uno por primera vez ante un público. Sin embargo no dejan de ser las “llantinas entrenadoras” para andar en bicicleta, tarde o temprano se tienen que quitar.



Un músico verdaderamente interesado en su quehacer empieza a notar como va superando sus propios límites. En ejecución y en ideas. Aquí es donde la situación provoca que el artista se incline más hacia sí mismo y menos hacia los demás. Esto no quiere decir que su trabajo deje de comunicar algo a alguien, esa comunicación persiste en cierta medida pero ya no es un diálogo forzado sino una invitación a charlar.

Esta es una de las razones de por qué hay bandas de rock que pueden durar un par de años mientras otras tienen trayectorias mayores a los 10 años. Lo comentaba también Fernando Jara en el Fusil radio el pasado miércoles, mantener vivo un proyecto no es fácil, pero tampoco es imposible, sólo se necesitan ganas de hacerlo. Normalmente quienes se dedican a la música no requieren que se les obligue a tocar.

El segundo indicador de madurez en el músico es un concepto que tanto Diego Rosas como Alonso Arreola me comentaron cada uno en una ocasión diferente. Con el paso de los años los músicos nos damos cuenta de que terminamos reflejando aquello que nos influenció en los primeros 20 años de nuestras vidas, no es de extrañarse una búsqueda de vuelta a nuestras raíces musicales solo que ahora con ese bagaje de recursos acumulados a lo largo del tiempo.

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No es un aspecto que necesariamente ocurra a todos los músicos pero sí a una buena parte, ya lo ha dicho músicos famosos y no tan famosos. En el caso de su servidor puedo compartir que sigo escribiendo la misma canción que hice como adolescente con un círculo de Do en guitarra sólo que acomodando las notas de manera más sofisticada. Al final es la cueva convertida en una casa de ladrillo y cemento.

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