“No supe que Chuck Berry era negro hasta dos años después de que escuché su música por primera vez, y eso obviamente fue mucho tiempo antes de que viera el filme que motivó a cientos de músicos – Jazz on a Summer’s Day, en donde él tocó Sweet Little Sixteen. Y durante años no supe que Jerry Lee Lewis era blanco. No veías sus fotografías… Las únicas caras que conocía eran las de Elvis, Buddy Holly y Fats Domino. No era importante. El sonido era lo importante” Keith Richards

Entre los muchos datos que brinda Keith Richards en su libro Life, no sólo me llamó la atención su descripción de las hormonas de las británicas de los 60, los enanos uniformados que tocaron a su puerta después de consumir ácido y los detalles que brinda del guitarrista sobre los años en que el rock and roll iniciaba y surgía como un hermano despreciado por los fanáticos del jazz y el blues (incluso era mejor decir que tocabas rhythm and blues, que aceptar que tocabas rock), lo más interesante de su autobiografía es el concepto de rock star que nunca toca directamente, pero que a través de sus recuerdos, página tras página ves como se conformó el mito del «niño mimado», el «idiota egoísta”, la persona que vive en el borde, el rebelde sin causa consumado.

Esa fue la verdadera definición y realización de lo que una estrella de rock se supone debía ser en la década de los 60 y que se mantuvo vigente hasta que llegó el timeline de las redes sociales. El declive tal vez inició cuando los hermanos Gallagher tuvieron que ser subtitulados del inglés al inglés en una entrevista en MTV en el mejor momento de Oasis, pero la estrepitosa caída resonó cuando empezamos a leer el día a día y hora a hora de la vida privada de los personajes públicos. Se perdió todo el encanto de lejanía y extravagancia. Demasiada información para descubrir que el heroísmo excéntrico a veces es estupidez.

Cuando surgió el concepto con los primeros músicos de rock, se solidificó la imagen muriendo a los 27 años, empezaron a sobrevivir a los excesos para llegar a una edad avanzada de patrocinios corporativos y giras en innumerables estadios con peticiones aun más excéntricas, demostrando que, a menos que hayas estado presente en la formación de esa actitud en el semillero del blues hacia el rock, el concepto de rock star tal vez es la descripción que menos sentido tiene en la actualidad. Es completamente inútil.



Los años, los rockumentales y los cientos de libros lo demostraron. Músico, sí, pero pocas veces un perfecto ser humano, sin embargo no hay nada más llamativo que el estereotipo de alguien que por naturaleza es rebelde, que no es políticamente correcto y relativamente está fuera de control. Como los conocíamos antes de que nos dijeran qué comen, qué hacen y dónde están en Twitter y Facebook, el rock star no tenía miedo a la controversia, de hecho se fortalecía con el poder que le brindaban sus declaraciones; se mostraban independientes de los medios, independientes de la audiencia, eran intocables, su burbuja de sexo, drogas y rock and roll era inalcanzable, a menos que tuvieras el don del talento, la “plumilla del Destino” o los innumerables talentos de una groupie.

No sólo era su increíble capacidad para crear (que sigue siendo el mayor punto de admiración), también eran sus terribles actitudes y la exposición de dedos medios en cientos de fotografías, su locura lejana y sin límites nos divertía y fascinaba. Ahora tenemos a toda ésta camada de músicos que posan como rock stars, pero basados en una apariencia que tiende a ser más corporativa y predecible a medida que lees su timeline. Tal vez tienen la actitud esperada, no dudo que en algunos ésta presente esa energía que describe a cada segundo Keith Richards en Life, pero nos nos tragamos tanto la historia porque se nos han acercado demasiado.

La brecha entre los rumores y los diferentes tazones de M&Ms de colores, las televisiones arrojadas desde balcones, las fijaciones sexuales con peces tropicales y las colecciones de armamento nazi se ha estrechado y ha perdido su carácter de mito. El asombro que nos atrapaba con los conocimientos adquiridos a través de las letras, los sonidos, las increíbles declaraciones en entrevistas, el aura del concierto y las revelaciones insólitas en sus autobiografías ha muerto con el exceso de historias que realmente no queríamos saber.

Desafortunadamente, cuando descubres que tuitean todo el día lo primero que les viene a la cabeza, que son humanos que van al baño (y tuitean desde ahí) y conoces su ubicación en el mapa, te das cuenta que ya no hay rock stars, sólo entes demasiado públicos con excelente música en tu timeline.

HolaSim Alternatripmail

2 comentarios en «Spoiler Alert: Timeline Kill the Rock Star»
  1. Paradójico que mientras todo mundo esta al pendiente de las últimas locuras de Britney Spears, muchos desconozcan que Chuck Berry sigue vivo y tocando un concierto mensual a sus 84 años.

    Hace tiempo leí el blog de una mujer que se consideraba la fan número 1 del actor John Cusack. En una de sus entradas describía la enorme decepción que sufrió al «seguirlo» en twitter y descubrir su vanalidad y faltas de ortografía recurrentes.

    Me parece que para muchos fans, (especialmente para las mujeres, que son tan observadoras de los detalles) darse cuenta que los famosos tengan una vida paralela más común que corriente debe ser terrible.

    1. No creo que sea propiamente una cuestión de género, sino de cercanía, todo rock star lo es por la lejanía, cuando se muestran mortales, con sangre roja y con muchas miserias, se pierde el mito.

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