Saber que alguien arriesgó su vida para cambiar la historia. Derribó gobiernos y llevó el concepto de democracia y dignidad a quienes no lo tenían, me hace confirmar que El Manifestante, fue sin duda el protagonista y la figura del año, como lo definió la revista Time en reconocimiento a las personas de todo el mundo, en especial a las de Oriente Medio y Norte de África que salieron a las calles a luchar por sus derechos. Las revueltas de la Primavera Árabe, marcarían el resto año y la historia misma.

El pueblo comenzó el año con aires de revolución. En Túnez, tras veintitrés años de reinado, el presidente Ben Ali huyó por la presión del levantamiento popular. En Egipto, el presidente Hosni Mubarak, en el gobierno desde 1981, dimitió tras dieciocho días de revolución popular y dejó el poder en manos del ejército, para librar un proceso judicial acusado de corrupción y asesinato de opositores.

Una manifestación contra la monarquía se desató en Bahrein y fuimos testigos del inicio de una insurrección en Libia contra el régimen de Muamar Gadafi, quien por cuarenta y dos años dominó a la sociedad. En Marruecos, miles de jóvenes reclaman mayor democracia y menos corrupción, y en Siria inició una revuelta contra la dictadura de Bashar al Asad, la cual es violentamente reprimida y ha provocado más de cuatro mil muertes, según la ONU.



La cólera traspasaría los límites africanos para despertar en los ciudadanos de Latinoamérica: las ganas de exigir educación pública gratuita y de calidad en Chile, situación que aún no se resuelve y de forma similar por la misma razón en Colombia. El descontento social, político y económico originó en España el movimiento de Indignados, que convocaron a una jornada mundial el 15 de octubre que reunió a miles de inconformes.

Los efectos de la deuda estadounidense y las contradicciones de los gobernantes, provocaron que los ciudadanos gestaran un movimiento que en poco tiempo cobraría fuerza y se extendería por todo el país, denominado Occupy Wall Street, contra el sistema financiero y las prácticas monopólicas, la avaricia corporativa y la desigualdad social, mismo que luego sumaría las inquietudes de inmigrantes, todos agrupados en el llamado “Soy del 99%”, que representa a la población opuesta al 1% que integra las esferas de poder, el cual se reflejó en una protesta en más de mil ciudades de noventa países.

Los efectos de la crisis griega, que se remonta a 2009, se acentuaron en 2011, con siete huelgas generales, muchas concluidas con violencia y enfrentamientos entre manifestantes y la policía. Repercusiones que alcanzaron a Italia, Irlanda, España y Portugal. Las manifestaciones populares, provocaron que el presidente yemení, Alí Abdalá Saleh, firmara un acuerdo para dejar el poder; Marruecos y Egipto celebraron elecciones y Libia atraviesa la transición tras capturar al coronel y darle muerte en un enfrentamiento.

En México, estamos inmersos en la llamada guerra contra el narcotráfico desde 2006, que ha dejado más de cincuenta mil muertos, sin contar las cifras negras, en una batalla que colocó al país como uno de los seis más peligrosos del mundo y que posee diecinueve de las cincuenta ciudades más peligrosas del planeta. Las elecciones de 2012 se vislumbran en un panorama por demás pesimista que doblega la voluntad de aquel mexicano revolucionario, solidario con el pueblo, no con sus gobernantes.

El mundo despertó, y solo el tiempo dirá si decidiremos unirnos y levantarnos contra las fuerzas que nos doblegan y sumergen entre una represión disfrazada de protección.

 

Berenice Ibarra – Melómana de tiempo completo atrapada en las redes de la información internacional.
Twitter: @Bereglam

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