La tecnología de cine en 3D ha ampliado enormemente las posibilidades del cine de ficción, sin embargo, los alcances didácticos en el género del documental brindan al espectador la posibilidad de asimilar formas y texturas de una forma bastante impresionante.
En el documental «La cueva de los sueños olvidados» el cineasta alemán Werner Herzog hace un uso extraordinario de esta herramienta para transportar al espectador al interior de Chauvet Pont D’ Arc en el sur de Francia. Se trata de cavernas selladas por millones de años que resguardan las pinturas rupestres más antiguas del mundo. A través de un impecable uso de la tercera dimensión, Herzog conduce al espectador a un mundo lleno de formas y volúmenes que resguardan las asombrosas pinturas, que revelan pistas acerca de la vida de los hombres primitivos.
Las asombrosas pinturas transmiten un testimonio gráfico en el que tiempo y espacio pierden significado. Trazos extremadamente detallados que fueron trazados sin más ayuda que una antorcha humeante y herramientas simples a base de Silex brindan a los paleontólogos nuevas teorias acerca de la vida del homo sapiens en la era del hielo. Entre los descubrimientos más importantes que aborda el documental están las nuevas teorias acerca del proceso evolutivo del Rinoceronte Lanudo, que aparece en los pictogramas cubierto de una gruesa capa de pelo.
También se han encontrado representaciones de ejemplares de Leones macho sin su característica melena, lo que señala que este rasgo tan peculiar del felino se desarrolló al paso de los años.
La música también es un elemento clave en el documental de Herzog. Para esta entrega, el cineasta se valió del músico Ernst Reijseger para construir una elegante base de música de cámara y violín que contextualiza la visita a este delicado inframundo. Precisamente es la música otro de los hallazgos sobre los que Herzog profundiza: en la cueva de Chauvet Pont D’ Arcse han encontrado restos de flautas pentatónicas construidas con huesos, algunas de ellas identificadas como radios de buitres que vivieron hace millones de años.
Al final del documental, el director incluye una reflexión bastante peculiar que escapa al tono contemplativo de la trama. A tan sólo 32 kilómetros de distancia de la cueva de Chauvet Pont D’ Arc se ubica una de las principales plantas nucleares de Francia. Ahí, los vapores radioactivos del agua utilizada para enfriar los reactores nucleares han sido aprovechados para modificar el entorno y crear una biósfera tropical en donde alguna vez existieron millones de kilómetros cuadrados de glaciares.
En el lugar se ha instalado un criadero de cocodrilos, que gracias a la manipulación de el hombre han incrementado notablemente su población. Un hecho que sirve como colofón al documental es que la decendencia de los animales ha mutado creando ejemplares albinos de cocodrilos, consecuencia viviente de la manipulación del hombre. Esta reflexión deja una encrucijada al espectador respecto al papel del hombre en el proceso evolutivo, que ha pasado de la contemplación y preservación histórica de su entorno a la manipulación arbitraria del mismo.
En «La cueva de los sueños olvidados», Werner Herzog explora esta delicada cápsula del tiempo, en la que hasta la respiración humana aporta elementos corrosivos. Sin duda, el material del director alemán es una de las joyas del festival Ambulante, que este año se engalana con una espléndida selección de obras en 3D.