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Por: Raquel Castro

Supongamos que de verdad se acaba el mundo en estos días. Que se le acaba la pila a la luna y cae encima de la Tierra, o que Obama, por error, pone el codo sobre el botón rojo, o que los Reptilianos se hartan de nosotros y dejan el anonimato para por fin tomar el control del planeta y nos convierten en sus conejillos de indias. ¿Cómo recordaríamos el último año en que fuimos los “reyes de la creación”?

Supongo que muchos recordarán las olimpiadas y, en México, las elecciones presidenciales. Otros, el concierto de Justin Bieber en el zócalo o la matanza de niños en una escuelita gringa. O la premier de El Hobbit, el huracán que le dio una probadita a Nueva York de lo que podría implicar en realidad protagonizar El día después de mañana o la muerte de Carlos Fuentes.

 



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Creo que, en mi caso, lo más interesante del año es la complejidad del ser humano. Durante 2012 me tocó ver las expresiones de odio más decepcionantes: gente que, en Facebook, peleaba con amigos y familiares al grado de insultarse porque su candidato presidencial era más chido que el de la otra persona; discusiones violentísimas en Twitter acerca de la supremacía de los autores del norte del país sobre los del centro, o al contrario; blogs a favor o en contra de los palestinos o los israelíes, con su respectiva cantidad de mensajes insultantes, casi siempre anónimos. ¿Les tocó leer de la chavita que puso su video en Youtube para que la gente le dijera si era bonita o no, y que recibió miles de mensajes diciéndole “eres una ridícula fea, ya muérete”?

 

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Cuando leía esas muestras de rabia, se me hacía un nudo en la garganta y pensaba: Sí, que ya se acabe el mundo. O mejor, que ya se acabe la humanidad en el pobre mundo. Cuesta tener fe en la especie cuando se ven esas cosas.

Sin embargo, también vi lo opuesto: sublimes demostraciones de solidaridad frente a catástrofes naturales; indignación ante las injusticias y el abuso de los poderosos; organización social y política. Es curioso pensar que es la misma humanidad que troleó, insultó o amenazó. De que los humanos somos apasionados, no me queda duda. ¿Qué hace que una persona elija esa pasión para acuchillar niños en una escuela china o para organizar un flashmob en el que se toque la 9ª Sinfonía de Beethoven en un centro comercial?

Creo que se puede acabar el mundo quince veces y seguiré preguntándomelo. Pero, por supuesto, me quedo con los que eligen la versión constructiva de esa pasión.

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Raquel Castro es una periodista, guionista y escritora mexicana. En dos ocasiones ha obtenido el Premio Nacional de Periodismo como guionista del programa «Diálogos en confianza» de Canal Once.

Actualmente labora en la coordinación Nacional de Literatura del INBA.  Este 2012, su novela «Ojos llenos de sombra» (originalmente titulada «Adiós, Atari») fue galardonada con el Premio Gran Angular de Novela, otorgado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

 

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