“Donde quiera que estamos, lo que más escuchamos es ruido. Cuando lo ignoramos, nos perturba. Cuando lo escuchamos, lo encontramos fascinante” – John Cage
Desde la definición de múltiples y enigmáticas capas del club de David Lynch (en el cine y en París), al incomodo saludo al final de The Graduate con Simon & Garfunkel y el vasto regocijo de Depeche Mode unido a la representación visual de Anton Corbijn, el silencio es uno de esos conceptos que posiblemente han sido mejor comprendidos por el compositor John Cage, quien a partir del ruido logró entender el poder de los espacios aparentemente libres de sonido.
La muestra más recordada es la del 29 de agosto de 1952, cuando David Tudor caminó hacia el escenario de Maverick Concert Hall en Nueva York, se sentó al frente del piano y por cuatro minutos y 33 segundos no emitió ningún sonido. Fue la primera vez que se interpretó la pieza silenciosa de John Cage, cuya principal intención es hacer una declaración al tiempo que el público escucha lo que lo rodea.
El manifiesto mudo de Cage ha inspirado múltiples comentarios, pero como el músico explicó, no hay tal cosa como el silencio. Por su puesto, al principio su propuesta fue desechada, 4’33» fue catalogada de ridícula, sobre todo en las áreas de la música clásica en las que se movía John Cage, sin embargo, en el área de las artes visuales y la música libre de rigurosas convenciones y llena de experimentaciones, alcanzó un gran reconocimiento, convirtiéndose en una pieza icónica de la postguerra, brindando una gravedad artística e histórica al hecho de que el compositor en realidad no crea y la audiencia es la que puede o no crear con el silencio.
El epígrafe del inicio es parte de The Future of Music: Credo, uno de tantos ensayos en los que no sólo explora la música, sino el poder del silencio, la falta de voz y la necesidad de experimentar con esos elementos para crear. Ese ensayo en particular aborda la idea de que los sonidos no son más que sonidos, todos son igual de válidos como punto de partida para descubrir más posibilidades sonoras. Curiosamente la palabra silencio no aparece ni una sola vez a lo largo del ensayo, sin embargo sus implicaciones se identifican y nos llevan hasta ese vacío.
Aunque al principio era un compositor avant-garde enfocado en el ruido, a lo largo de su vida después de 4’33» su propósito fue eliminar estructuras establecidas para lograr entender la música por sí misma, sin las borrosas convenciones entre arte y vida. De hecho, Cage en sus primeros días como compositor promovió la antítesis del silencio: el ruido.
Él habló de hacer sonidos nuevos, pero en algún momento de 1948 empezó a trabajar en lo que llamó la Oración del Silencio, como un intento por romper con la cultura estadounidense, estableciendo un nuevo parámetro para el ruido cotidiano en oficinas, centros comerciales y elevadores, presentando la belleza que surge de la quietud.
La Oración del Silencio no se concretó, pero fue el primer paso de John Cage hacia uno de los más grandes estudios del sonido que existen. 4’33» es el detonador para la creatividad y una postura estética que ha sido adoptada desde múltiples perspectivas, pero sobre todo, es acerca del concepto y la metáfora de un sin número de cosas, la manifestación, la protesta, inconformidad pacífica y las implicaciones políticas otorgadas por la audiencia y de quien propone la adopción de esos cuatro minutos y 33 segundos en un momento dado, pero aunque parezca extraño, siempre es sobre movimiento y sonido.
A 100 años del nacimiento de John Cage (5 de septiembre de 1912), buscar el significado de la obra nos lleva lejos de la experiencia directa de 4’33» y de todas las creaciones del músico (que son más que esos minutos que algunos no aprecian), por lo que recomiendo buscar sus ensayos, el tributo UnCaged o asistir a la Semana del Sonido en la Fonoteca Nacional, donde se presentará la Acción sonora Cage 100 Musicircus.
A final de cuentas, en el mundo de las ideas e historias, el silencio es simplemente un lapso de tiempo que tiene un vacío o un significado, dependiendo de quien lo esté escuchando. Partiendo de 4’33», al cumplir 131 columnas y dos años y medio como parte del equipo que impulsó el crecimiento de Resonancia Magazine de blog a una publicación bien establecida, Spoiler Alert inicia su propio periodo para disfrutar el silencio.
Las razones para poner fin a ésta columna son tan variadas y significativas como el silencio. Todo es sobre ciclos en los que el escritor adopta al medio, construye para él, sigue fiel al compromiso (que siempre empieza con uno y se transmite a los otros) y espera que otros escritores y lectores en pantuflas compartan ideas y dejen flotar muchas pasiones, que a pesar de ser un intento de objetividad sobre el mundo, siempre son la subjetividad de uno mismo.
Por obvias razones llega un final… que afortunadamente siempre es un principio. Se agradece el movimiento de sus ojos a través de las múltiples letras, que por supuesto no se acaban, sólo adquieren nuevos hogares, ustedes ya saben donde encontrarme, no sólo soy ser virtualmente social, también escribo por vocación y gusto personal.