Primero fue una mina que explotó en medio del desierto marroquí. Años después, fue una bala extraviada que fue a dar a su cerebro… Bazil claramente no tiene mucha suerte con las armas. La primera lo hizo huérfano, la segunda lo mantiene a un paso de una muerte instantánea y lo arroja a la calle en calidad de indigente, afortunadamente Bazil es un gentil hombre de naturaleza soñadora, por eso es adoptado por un grupo de inadaptados traficantes de chatarra que viven en algo muy parecido a la cueva de Ali Baba y sus 40 ladrones, pero que son capaces de librar desventajosas batallas al nivel de David y Goliath, pero con la imaginación y la fantasía de Buster Keaton.steampunk, un movimiento que está reventando las raíces de muchas subculturas para retarnos desde la música, moda, diseño e incluso sensibilidades políticas.

Tal vez lo único que reconoces de Jeunet es Le Fabuleux Destin d’Amélie Poulain (2001), su trabajo más comercial junto con Alien Resurrection (1997), sin embargo el lugar donde se siente más cómodo el director francés es sumergiéndose en distopias, guerras de chatarra y ambientes lúgubres donde el D.I.Y y el reuso de materiales son el día a día.

El ambiente mostrado cuadro por cuadro en Delicatessen (1991) y The City of Lost Children (1995) es una pieza de arte de steampunk, de una sensibilidad retro nostálgica por un pasado que nunca existió, que mira hacia un universo paralelo donde la electricidad o la energía nuclear no aparecieron y toda la energía aún es liberada a base de carbón. Para muchos la obsesión con el vapor y su poder estético se ha convertido en una expresión de máquinas que muestran sus entrañas sin decoro, y las entrañas son definitivamente muy interesantes, porque fueron hechas artística, creativa e inteligentemente para durar mucho tiempo (o al menos más que muchos de los productos que nos rodean en la actualidad).

Pero las películas de Jean-Pierre Jeunet son sólo piezas dentro del largo y ancho plano del Steampunk. Sus orígenes básicos los encontramos en un sector de la ciencia ficción — con las novelas Viajes Extraordinarios de Julio Verne y La Máquina del Tiempo de H.G. Wells como ejes de ese romance de sci-fi y retro-futurismo, con máquinas impulsadas por el vapor contra reveses en la moda al estilo victoriano. Aunque Verne y Wells no escribieron sobre Steampunk, hablaban de un presente inmediato, pero profetizaban sobre un futuro donde la tecnología continuaría sobre una curiosa dirección que nunca ocurrió.

Esas retro-futuro aventuras han estado agitándose al interior de nuestras vidas, aparecieron poco en la ficción cyberpunk de los 70s, con nihilistas inadaptados en una sociedad high-tech, pero no se dejaron ver con tanta claridad hasta 1987, cuando el escritor K.W. Jeter predijo que las fantasias victorianas serían lo más grande a futuro. Desde los 90s William Gibson, Bruce Sterling y Charles Babbage han jugado con los elementos de una era anti-industrial y han bombardeado la Era de la Información con la Era del Vapor con historias igualmente gloriosas como atemorizantes.



El cine y la literatura han sido los sectores donde el vapor se ha centrado, en la música sigue siendo más una postura estética y visual más que un género, en el arte secuencial y los video juegos si se han visto verdaderas obras de Steampunk, sólo basta mencionar el juego de rol Forgotten Futures y el cómic The League of Extraordinary Gentlemen de Alan Moore para encontrar suficiente vapor como para mover máquinas y gadgets extraordinarios.

Sin embargo, lo más interesante de la ideología del Steampunk es que no es uniforme — como la misma cultura, puede ser tomada aparte y desfragmentarse para ajustarse a las intenciones de sus creadores, pero siempre se integra como una combinación de políticas radicales, eticas anti-corporativas y que, a pesar de lo que los noticieros nos quieren hacer creer, parece que si vivimos en esa distopia de la que tanto nos advirtieron. Y, es dentro de esa paradoja y propósito anacrónico, donde los objetos que funcionan a base de cuerdas y vapor no suenan tan descabellados, al menos ese mundo paralelo parece tan atractivo como vivir y respirar.



Esa es básicamente la historia de Micmacs, el nuevo filme de Jean-Pierre Jeunet, quien además de destilar un imaginario de personajes únicos, marginales, un poquito naïve, excéntricos vengadores y torpes, pero siempre poéticos con caracteres profundamente humanos, ha logrado impactarnos visualmente a varios niveles con el

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