Rob Gordon: Ahora, voy a vender cinco copias de «The Three EPs» de The Beta Band.
Dick: Hazlo.
[Rob toca Dry The Rain]
Comprador de Beta Band: ¿quién es?
Rob Gordon: The Beta Band.
Comprador de Beta Band: Es bueno.
Rob Gordon: Lo se.
Muchos conocemos esa escena de High Fidelity, la recordamos claramente no sólo porque tenemos cierta obsesión con la película y el libro de Nick Hornby, sino porque en múltiples ocasiones pasamos por ese repentino enamoramiento auditivo mientras realizábamos el ejercicio fetichista de pasar lentamente los dedos entre fundas de cientos de viniles y una que otra caja de plástico. Antes de que la norma común fuera la franquicia y sus colores estándar o lo intangible del download, podíamos pasar horas al fondo de una tienda de discos explorando sin que un personaje uniformado se acercara y te dijera “te puedo ayudar” y que al mismo tiempo pusiera cara de “si no compras entonces no estorbes”.
La industria de colapsa y aparece ese dejo de nostalgia, en el que actos como Primal Scream, Pixies, Sonic Youth, The Who y Roger Waters retoman discos y los presentan de principio a fin y tal como los concibieron, como un todo y no un conjunto de sencillos, surge un suspiro por el pasado y compañías como Vinyl 180 empiezan a buscar en viejos catálogos para rescatar el deseo por el acetato y su inconfundible gis, al mismo tiempo otros se organizan y en vez de atacar, enjuiciar o demandar a la gente, prefieren manifestar el valor de la música y preguntarte ¿recuerdas los discos?
Si, esos objetos negros gigantes que requerían un exceso de cuidados, que podías observar, acariciar y también escuchar. Tal vez pienses que han desaparecido bajo el influjo y comodidad de la información digital, pero de hecho las ventas de esos objetos se han elevado en los últimos años — especialmente en el área del vinil. En estos días, muchas de esas ventas provienen de las tiendas de discos independientes, ya que las grandes cadenas — Tower, HMV, Virgin, Mixup — han quedado atrapadas en iPod-ville.
Mientras la RIAA, SGAE, AMPROFON o cualquier otro conjunto de siglas que ahora promueven la cacería de portadores de mp3, un conjunto de tiendas en Estados Unidos decidió darle un giro a la situación y celebrar su sobrevivencia. Hace tres años, los vendedores independientes se unieron y crearon Record Store Day, un día para llevarnos hasta ese culto que se expresa de cierta forma en High Fidelity y que cada logra reunir a músicos, fans del ruido y gran parte de la industria (la proactiva, no la que va de cacería) para endiosar y disfrutar la magnitud de un álbum.
Pero cada año las tiendas de música digital incrementan sus ventas. Eso quiere decir que las ventas de las tiendas físicas disminuye. Para combatir esa tendencia surgió en el 2007 el National Record Store Day, un evento que al año siguiente dejo su carácter nacional y se trasladó hasta cualquier tienda independiente en el mundo que quisiera unirse al movimiento, desde entonces muchos se han subido al vagón y han aportado música, sencillos especiales en vinil o ediciones en las que dobletean actos y montones de conciertos, entre ellos Metallica (que realizó un concierto en San Francisco en el 2008).
Desde su concepción en 2007, Record Store Day se ha convertido en un evento clave no sólo para las tiendas, muchos músicos y sellos han comprendido que es mejor celebrar que promover el ataque e inspiranos nuevamente ese amor por un objeto plano pero lleno de profundidad, por eso el evento de este año tuvo más ediciones limitadas que nunca, con nombres gigantes como Beatles, Rolling Stones, Blur, Queens of the Stone Age, Muse y Flaming Lips aportando una pequeña pero atesorable porción de trabajo para manifestar el mismo sentimiento: los surcos del vinil deben ser protegidos.
http://www.recordstoreday.com/
Para quienes amamos la música hay pocos placeres en la vida como entrar a una cuarto oscurecido por las grandes portadas bordeando los muros… elegir un estante y revisarlo despacio, pasar uno por uno los empaques de cada acetato… elegir, después de horas… después transportarlo a casa con sumo cuidado (en metro, en micro, como sea) y al llegar encender la tornamesa, extraer el LP, colocarlo y sentarse a escuchar. Bajar la aguja sobre el primer zurco es una de las formas más deleitosas de darle play a la vida.