Usualmente, la adaptación al cine de una obra literaria suele ser la forma más sencilla de sintetizar las ideas de un libro y enriquecerlas con recursos sensoriales como la música y las imágenes. El resultado casi siempre es cuestionable, pero suele ser la forma más sencilla de llevar al gran público una historia, si es que el libro así lo permite.
El caso es que hay libros rebeldes, que por la fuerza de sus ideas y el tono que imprime su autor son muy difíciles de adaptar a otro medio que no sea el escrito. Es el caso de ¡Qué viva la música!” (2015) producción colombiana dirigida por Carlos Moreno y basada en la novela del escritor colombiano Andrés Caicedo.
La película intenta reproducir la historia de María del Carmen (Paulina Dávila), una joven mujer de la alta sociedad que durante sus adolescencia decide escapar del hogar y emprende un viaje de iniciación por la sexualidad, los decantos de la droga y la seducción de la música y el baile de su natal Cali.
¿Qué buscamos en un libro? ¿Es la historia que nos cuenta o las frases memorables que remarcamos con un lápiz y compartimos en las redes sociales?
En su novela póstuma “Que viva la música” Caicedo aportaba varias de esas frases que por iconoclastas invitan a la reflexión. Escribió, por ejemplo, que vivir más de 25 años es una insensatez, tal vez por esa razón cometió varios intentos de suicidio hasta terminar con su vida a los 27 años.
Las ideas de la novela no son sencillas de reproducir y tal vez por esa razón, la trama falla terriblemente, desde los arcos narrativos hasta los penosos efectos especiales que intentan reproducir los efectos de los hongos y otras drogas.
El escritor de origen colombiano señaló desde la década de los setentas el simbolismo del cuerpo humano como objeto de consumo masivo en el limite de la dinámica del intercambio. Ese es uno de sus ejes que sustentan la cinta, pero el principal aporte de la versión cinematográfica es el fondo musical que acompaña a los protagonistas. La música y su interacción con los personajes es el gran tema que nos revela un mundo de posibilidades.
Ahí está la electrónica de Toy Selectah en una decadente fiesta de juniors llena de la obsesión moderna por la cocaína y los ritmos Punk del grupo de rock afroemericano Death acompañando sórdidas reuniones llenas de todo tipo de excesos.
Y también el desprendimiento de la personalidad a través del baile callejero y los compaces del legendario músico de salsa y precursor de Bogaloo: Richie Ray.
Sobre las actuaciones de Paulina Dávila, Juan Aguirre y Luis Arrieta no hay mucho que comentar, porque la historia de Qué viva la Música poco les exige a los actores. En todo caso, es la ciudad de Cali la verdadera protagonista. Ciudad brutal, ciudad festiva, ciudad dividida pero al fin y al cabo ciudad viva como la que hace más de 40 años Caicedo dibujó en su novela.“¡Que viva la música!” se exhibe por corta temporada en algunas salas de Cinepolis y la Cineteca Nacional.


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