La crisis del fin del mundo

Por: Ignacio Pato 



 

Crisis económica, desempleo estructural, prima de riesgo, rescate bancario… Tras todo esto se esconde desde hace un lustro en la vida de millones de personas, intentado sobrevivir algunas de ellos a través de sus rendijas, en la búsqueda de empleo diario, en ese verdadero limbo entre la vida y la muerte que es la depresión o en el sustento de familiares o amigos, cuyo propio sustento está a punto de acabarse también. La gente pierde las casas que un día un banco (y mucha propaganda de propiedad) les instó a comprar. Créditos a mansalva. La creación de una clase media por medio de los créditos. Cuando estos tienen que ser devueltos envueltos en cláusulas abusivas, no hay misericordia. Las casas pertenecen a los bancos, dice la Ley escrita por los amigos de los bancos.

 

 

En mayo de 2011 cambió la inercia juvenil en España, y con ella, la del motor generacional por definición de la música. Como una mancha de aceite, las concentraciones de los llamados indignados se fueron extendiendo a otros países, otros continentes. Muchos dicen de Tahrir en El Cairo a Wall Street en Nueva York. En México su movimiento hermano es el popularmente conocido como #Yo Soy 132. Todas estas protestas tienen un origen y objetivo político, por cuanto es político todo lo que en la vida es, pero tienen que ver con la economía y el desigual reparto de oportunidades y por tanto de condiciones de vida. El sistema capitalista parece entrar en una crisis terminal, más que cíclica, y de nuevo la juventud es la que sale a la calle en primer lugar.

Pero a la juventud se le unen en España diversos colectivos profesionales y sociales que se van sumando a la protesta en las calles. Muchos de ellos, inéditos, como es el de los jueces o abogados. También salieron a la calle a manifestarse los perjudicados por los recortes sociales en dependencia. Por supuesto, la sanidad y la educación estaban presentes. Tampoco faltaron trabajadores de industrias en desmantelamiento como la minería. Pero, ¿dónde estaban los músicos?. Y lo que es más importante, ¿dónde están ahora, a cinco años del desenmascaramiento de la inviabilidad económica y casi dos de este despertar colectivo?.

 

 

En España algunos de estos músicos han colaborado con Fundación Robo, una plataforma que agrupa solistas o bandas de distinto pelaje estilístico pero unidos por la certeza de que la música no puede permanecer ajena a la realidad. Otra fórmula ha sido la de participar directamente en las movilizaciones o acampadas con música en directo. También ha nacido la iniciativa Nos Toca, suscrita por decenas de grupos y personas relacionadas con la música y que organiza conciertos cuyos “beneficios” van destinados a detenidos durante las huelgas generales que han tenido lugar este año en España.

Sin embargo, no son la mayoría. La mayoría de grupos sigue viviendo en un estado de autocomplacencia, letargo y lo que se intuye peor, cobardía. Si suben el IVA cultural, la mayoría protestan poniéndose una chapa en la chaqueta. Si los ayuntamientos deben dinero a músicos, o cierran salas de conciertos, no hay respuesta, más allá de algún editorial en prensa especializada. Son incapaces de relacionar O mejor dicho no quieren. Son inteligentes. Muchos intereses comerciales están en juego y estando cada vez más a merced de las marcas por la contracción publicitaria que la crisis trae consigo. Los músicos, en su mayoría, aun no han salido a la calle como colectivo.

Ni siquiera ha habido un posicionamiento colectivo ante las mencionadas huelgas. Y no porque no sufran estos efectos, como vemos (recordemos además que la gran mayoría no son profesionales y tienen contratos laborales precarios), sino porque dentro de la música se reproducen las estructuras de poder verticales que rigen el sistema completo. ¿Hasta cuándo podrá resistir la industria musical mirando hacia otro lado sin al menos un posicionamiento mayoritario que arrastre tras de sí con su poder de influencia un cambio en esta inercia tan perniciosa?

 

 

Ignacio Pato: Es un periodista y escritor español. Sus artículos, entrevistas y reseñas han sido publicados en revistas españolas tan importantes como Mondo Sonoro, RockZone y el periódico Diagonal. Desde hace un par de meses, Ignacio escribe la columna semanal Sonidero, que se publica todo los jueves en Resonancia Magazine.

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