Por Enrique Dorantes
Del ganador del Premio Nobel de Literatura 2006, Orhan Pamuk (Turquía 2006), una novela en todo su esplendor, que va desde lo policiaco hasta lo histórico, Me Llamo Rojo (1998) es, sin duda, una de las más grandes obras de finales del siglo pasado, traducida a más de 40 idiomas y que se pudo leer en español desde 2003.
El sultán del imperio turco en el siglo XVI se siente un poco insatisfecho sin poderse tomar una buena foto que pueda postrarlo en la inmortalidad; al no tener la posibilidad de una polaroid, aunque sea de las instantáneas de pésima calidad, que serán inventadas cuatro siglos después de la narración de Pamuk, nuestro megalómano personaje se ve en la necesidad de pedir un retrato a los cuatro artistas más sobresalientes de todo el imperio.
Pero hacer un retrato fiel de un sultán o de cualquier hijo de vecina en la Turquía del siglo XVI no son enchiladas. Antes que todo, hay un libro «sagrado», que es El Corán, el cual es el primer impedimento. El hecho de pintar a semejanza hace pensar que uno está tomando el sitio de su dios, sacrilegio imperdonable en sociedad tan apegada a las quimeras. Así que el retrato será realizado en secreto; traducido como una alegoría de que todo lo político se hace a escondidas aquí, en Turquía y en China.
Hasta ahí ya tenemos el contexto; pero tenemos que volver al principio. «Encontrad al hombre que me asesinó y os contaré todo lo que hay en el otro mundo», es una de las frases con las que Pamuk nos enreda en el relato. Resulta que tras el casting, los pintores que se quedaron con el trabajo encargado por el sultán fueron Mariposa, Aceituna, Cigüeña y Donoso. Al comienzo del libro sabemos que Donoso está muerto, con el pasar de las hojas, sabemos que el asesino tuvo que ser otro de los artistas, cuestión de envidia, celos o venganza. Y todo por una foto.
El tópico principal no se pierde durante la extensa narración, pero también ingresan factores que redondean la historia, como las leyendas turcas que se cuentan por varios de los personajes. Cada uno tiene algo que contar, de alguna forma contradice a algún otro de los protagonistas. La profundidad en la escritura es digna del histórico Nobel.
La novela abre y cierra de manera espectacular, deja un gran sabor de boca y constantemente pedirá que regresemos a sus páginas; su lectura es infinita. Hay que volver a comenzarla para ahora enterarnos mejor de la historia de amor que se encuentra en sus páginas, ora para un estudio ontológico, ora para uno que resuma la crisis de valores en una sociedad decadente.
La narración no requiere mayor explicación que la misma que pueda obtener el lector al acercarse a ella. No es un libro para reseñar sino para devorar.
Me Llamo Rojo
Orhan Pamuk
Punto de Lectura
México 2006