2011, a éstas alturas ya podemos llamarle el año del grunge o más bien el año en que el grunge volvió a atacarnos 20 años después. Es en éste momento que lo aprendido en la película de Doug Pray, Hype!, vuelve a cobrar importancia, nuevamente recordamos los grupos que fueron sacados de la oscuridad, considerados como los revolucionarios de la música (en los 90) y retomamos la idea de Seattle, el rincón al noroeste de Estados Unidos donde lo realmente importante estaba ocurriendo… aparentemente.

A la distancia y desde la barrera comprendemos exactamente lo que impulsó al movimiento musical que recibió el apodo de grunge y por supuesto comprendemos el fenómeno que inició con Seattle y se convirtió en un patrón: buscar ciudades con escenas específicas, con bandas y sonidos mal interpretados para convertirlos en toneladas de dinero (piensen en Detroit, Oslo, Montreal, Nueva York, Monterrey y, porqué no, Seatélite)

Hace tres décadas, Seattle no era el lugar famoso por el café y las computadoras, menos por la música, los grupos ni siquiera se detenían a tocar ahí, la ciudad no era incluida en ninguna gira. No había lugares para tocar, no existía una infraestructura para empezar a hacerlo, pero de alguna forma a finales de la década de los 80 los grupos surgieron con un sonido crudo, que recordaba inmediatamente el inclemente frío que los uniformaba invariablemente con camisas de franela.

Precisamente de eso trata el libro Everybody Loves Our Town, es un documento de una escena regional que ganó sobre exposición. Como vimos en Hype!, los grupos surgían en uno y otro lado, pero todos compartieron integrantes, Mark Yarm (alguna vez editor de la revista Blender) hace un gran intento por trazar las líneas entre esas bandas con múltiples diagramas, pero esa no es la parte interesante del libro, lo llamativo es que es una historia contada a través de citas, tanto de los que no lograron sobresalir como de los grandes ganadores del grunge.



Es la historia oral de una ciudad que se volvió el centro de la música, con “escaladores de montaña y adictos a la heroína”, pero que al mismo tiempo sufrió una colisión de metalheads suburbanos y soñadores punk rurales a lo largo de la década de los 80 y culminó en la comercialización de la franela y una etiqueta más dentro de los anaqueles de música alternativa.

Si quieren completar la nostalgia por esos días (si son mayores de 27 años), verdaderamente deberían incluir Everybody Loves Our Town en su lista de deseos, el libro acaba de salir a la venta ésta semana y es el acompañante perfecto de su reedición de Nevermind de Nirvana, el boleto para la proyección de Twenty de Pearl Jam y su nueva camisa de franela.

Lean un extracto del libro, cortesía de The Crown Publishing Group.

Everybody Loves Our Town by Mark Yarm – Excerpt

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