Rogelio Garza /@rogeliogarzap
En esta ciudad mística donde Juan Diego vio a la virgen en un viaje de hongos, los astros se alinearon el sábado nueve de diciembre para experimentar otro fenómeno estelar psicodélico: la aparición de Ty Segall, los Black Angels y Black Rebel Motorcycle Club durante el festival Hipnosis en el Deportivo Lomas Altas.
Al calor del ácido
Queríamos escuchar a Cascabel, The Mud Howlers, Viv & The Sect, Virtual Haze, Death Valley Girls y The Coathangers, pero vivo en un circo laboral de tres pistas y no logramos llegar. Pudo ser un festival invernal marcado por el frío que, dicen, congeló al personal. No lo sufrí por obra y gracia del Hofmann que nos recetamos, además de elevar la mente también sube la temperatura corporal y la sensación de calor. Es que a mí me dicen festival psicodélico y yo imagino un misterio eleusino, así que acompañamos el hoffy a lo largo de la noche con una guarnición de galletas mágicas, Red Bull y tres gallos de sativa, hongueados y aderezados con hydro. Todo cabe en un gallo sabiéndolo ponchar. Pasamos con todo los filtros cuando empezaba Ty Segall, el hiperactivo Conejo Blanco del garage. A este rubio canijo el tiempo no le da para formar grupos y grabar discos sin ton ni son, promiscuo y prolífico músico que hace difícil seguirle la pista a su fuzz jazz rock. Ahora le acompañaban los Gøogs, vestidos de blanco y tocando a toda distorsión, con los que acometió su rock salvaje de Gibsons y Fenders pasadas por el Death to Audio Fuzz War.
El sonido horizontal de los Black Angels
La noche había caído por completo cuando apareció la única entidad texana con más de una estrella, la psicodelia maligna que sabe a hongo y a tierra, a Velvet Underground y a 13th Floor Elevator de cuyo líder, el gran Roky Erickson, son paisanos y compañeros de rolas. Además, en los Black Angels son dos guitarristas zurdos, Christian Bland y Jake Garcia, lo cual hace una diferencia. Empezaron a tocar “Currency”, pero las primeras notas se perdieron por una falla del sonido, solo se escucharon los golpes primitivos de su baterista Stephanie Bailey. Bastó un parpadeo para sonar envolventes y deslumbrantes por esas increíbles proyecciones en la pantalla panorámica, su atmósfera musical oscura pero visualmente luminosa, con “Bad Vibrations”, “The Prodigal Sun” y “Science Killer”. Christian Bland con su Rickenbaker y el cantante Alex Mass con el Farfisa y las maracas orquestaban un sistema solar musical, sumos sacerdotes que conducían la nave desde su Templo de Syrinx.
La batería que tundía la rubia Bailey era un sol que estiraba sus rayos de ritmo, los otros cuatro gravitaban alrededor de ella como planetas de sonido unidos por una gran órbita de luz. Nunca se sabe en qué momento van a torcer los sonidos de maneras insospechadas. Cuando sonó “Medicine” la virgen del ácido me echó un grito. Y como un Juan Diego del rock me convertí en testimonio vivo de mi religión, in glow we trust. Sucedió en “Black Grease”, mi perspectiva del mundo cambió. Empecé a ver y a sentir todo de lado. Me sucedió cuando fui pasajero en bicicleta del Paseo a Ciegas. No sabía si estaba de pie o acostado, porque experimentaba la sensación de estar inclinado hacia mi lado derecho unos cuarenta y cinco grados. Como entrar a un mundo en el que vives suspendido horizontalmente por la fuerza del sonido. El punto más álgido en todos los sentidos fue “Half Believing”, el antes y el después de su acto, una canción de amor y desamor sublime. Se clavaron con “The Sniper at the Gates of Heaven”, “Grab as Much (As You Can)”, “I´d Kill for Her” y fue aquí, en un momento extático, cuando los planetas del sistema se conectaron como una máquina del cosmos bien aceitada. Ustedes dirán misa, pero en ese tramo de la noche fuimos testigos del re nacimiento de algo, la luz y el sonido. Como un rayo que cae. Un dios vikingo tocando una guitarra celestial en “You On The Run”, “Comanche Moon” y “Bloodhounds On My Trail”. Terminaron con “Young Men Dead”, el fuzz geométrico reptando por los oídos y afuera de lo negro una figura se forma. The Grateful Dead ya nos lo había advertido, de una forma u otra, esta oscuridad tiene que ser.
Los paganos de neón
Cuando Black Rebel Motorcycle Club apareció en el escenario el frío quedó en el olvido. Todos nos arrejuntamos como hermanos a ponernos marihuanos. Básicamente estábamos ahí por el trío de San Francisco que surgió cuando el guitarrista Peter Hayes abandonó al Brian Jonestown Massacre y se juntó con el bajista Robert Levon Been, hijo de Michael Been, guitarrista fundador de The Call. Y más, su baterista Leah Shapiro salió de tocar con The Raveonettes en 2008. Una suma de experiencias interesantes. Arrancaron con “Little Thing Gone Wild” de su próximo disco Wrong Creatures. A partir de ahí se dejaron caer con todo el poder de “Beat The Devil´s Tattoo”, “Let The Day Begin”, “Ain´t No Easy Way”, “Red Eyes And Tears”, “Berlin” y “Conscience Killer”.
Eran tres, pero sonaban como trescientos. El significado ritual del rock en todo su apogeo. Éramos unos paganos de neón, una tribu urbana bailando intoxicados alrededor de una pira eléctrica, mientras los chamanes modernos golpeaban sus tambores y sus guitarras colocándonos en el éxtasis musical. Nos exorcizaban con guitarras y bajos electroacústicos, a través de bocinas picadas para tener la vibración requerida. Y en medio de todo, en el corazón del ritmo negro y azul, entre el rock y el rol, Levon y su guitarra de palo cantando “Jailhouse Rock” de su ídolo Elvis. Al verlo tocar se antoja ser bajista. Lo hace ver tan fácil, acaricia las cuerdas con un amor indecible por el instrumento y la música y, llegado el momento, dispara ráfagas que pulverizan los oídos. No solo se permitieron estrenar acá tres canciones, también tocaron sus glorias sónicas seminales, “Love Burns”, “White Palms”, la maravillosa “In Like The Rose”, “Six Barrel Shotgun” y “Spread your Love”. El cierre fue el acabose, “Whatever Happened To My Rock and Roll (punk song)”.
Cosa rara es que ambos grupos estelares llevaran por nombre Black, tuvieran bateristas mujeres que sacudieron nuestros espíritus a batacazos, y tocaran sus respectivas canciones “Science Killer” y “Conscience Killer” en el mismo concierto. En esta ciudad mística donde la virgen se aparece hasta en el Metro, cualquier cosa extraña puede suceder.