Lo que se queda: caminar por Reforma y ver lo afromexicano

Es una mañana fría en la Ciudad de México, y no se, como que se presta para salir. Al fin de cuentas, esta ciudad tiene una oferta cultural muy amplia. Una de ellas es muy simple: la Galeria abierta de Paseo de la Reforma. Sólo o acompañado es bueno pasar por ahí y ver lo que ofrece, que suelen ser facetas de México que o no conocemos por nuestra edad como cuando se exhiben imágenes de películas viejas; muestra de la diversidad mexicana que no vemos desde nuestro refugio urbano o gente, mexicanos, que no aparentan muchas similitudes pero que siguen siendo igual de mexicanos. Entiéndase, que tienen que «jalar parejo», todos. Por eso me gusta ese camino; me recuerda que hay muchas cosas que doy por sentado, gente que olvido o no reconozco cuando pienso en México. Vivir en la ciudad pareciera requerir de una actitud egoísta, pero no creo que deba ser así.

Si pasan por ahí estos días, o esta mañana de junio buena para caminar, van a ver fotos de mujeres afromexicanas. Se trata de un grupo muy olvidado, incluso ignorado alguna vez por el mismo INEGI; un grupo más perdido entre la palabra mestizaje, pero con orígenes y filiaciones diferentes. Aunque el origen preciso de dichos grupos es difícil de conocer, se sabe que provienen de lo conocido como el África subsahariana. SU presencia en México es cada vez más notoria; ya sea en la defensa de la negritud en México, como parte de fiestas tradicionales como la Guelaguetza, haciendo ecoturismo, conservación de ecosistemas o con empresas con compromiso social.

En tempos de elecciones, cuando a veces sólo pensamos en lo que nos conviene a nosotros, es bueno ponernos a pensar en todos los demás que viven a nuestro lado. Ahora que está de moda, «vamos a hacer un ejercicio de imaginación»: estamos todos en una barca con la bandera de México al frente, unos reman hacia enfrente, otros hacia los lados, otros están jugando cartas y no reman, no ven lo que pasa a su alrededor, pero la barca sólo está dando vueltas…