Exif_JPEG_PICTURE

Mariana, My Reflection

por: Carlos A. Ramírez

I hear the sons of the city and dispossessed
Get down, get undressed
Get pretty but you and me,
We got the kingdom, we got the key
We got the empire, now as then,
We don’t doubt, we don’t take direction,
Lucretia, my reflection, dance the ghost with me

Sisters of Mercy



Lo que más me gustaba era verte bailar. Sobre todo cuando tocaban She´s lost control o Lucretia my reflection. Era hipnótico mirarte girar, ondulando tu cintura con los brazos al cielo, mientras una corte de chicos góticos –hombres y mujeres- se movían sutilemente a tu alrededor como rindiéndote pleitesía. Era tu momento. Cerrabas los ojos e intempestivamente lanzabas patadas al aire que tus lacayos se veían forzados a esquivar con rítmicas contorsiones. Yo le daba un trago a mi cerveza y gozaba con la excitación que provocabas, con las miradas lascivas de aquellos andróginos espectros nocturnos que se resbalaban por tu cuerpo recorriendo tus senos, tu ombligo perlado por gotitas de sudor y tus muslos marmóreos. Cuando regresabas a mis brazos, ambos estábamos calientes y ansiosos y nos metíamos cuanto antes en un taxi que nos alejara de aquel bar decadente para amarnos toda la noche.

Así fue cerca de dos años. Todos los viernes me llamabas y nos íbamos a recorrer los bares oscuros de la Ciudad de México. Tú bailabas y yo te observaba sin perderme uno solo de tus movimientos mientras bebía cerveza o vodka con la misma pasión con que más tarde te comía el coño. Es verdad: mis favoritos eran los Joy Division y Sisters of Mercy pero Killing Joke y London After Midnight también te venían de maravilla. Especialmente estos últimos; quizá porque una noche, después de un concierto en un club de Birmingham, según me contaste en cierta ocasión ahogándote de la risa, cogiste con el vocalista en un rincón de su minúsculo camerino.

Un día, sin embargo, me llamaste para decirme que te casabas.
De blanco.
En una Iglesia.
Con doscientos invitados.

“Por supuesto, no eres bienvenido”, me dijiste. Esa noche me fui a meter a nuestro bar predilecto a mirar bailar a las nuevas divas aspirantes a princesas vampiras. Eran bellas pero insulsas y descubrí con tristeza que le había perdido el gusto a la banda del Ian Curtis y que las Hermanas de la Caridad no tenían demasiado chiste sin ti en la pista. Me bebí mi cerveza de un trago y me largué de ahí para no volver nunca. Al final, sí, te convertiste en la imagen de un deseo.
Una reverberación.
Un fantasma.

Hoy por casualidad pasé por la calle donde estaba aquel antro. No me extrañó que en su lugar hubieran puesto un restaurante de chinos. Me metí y pedí un bisquet y un café con leche. Pinche Mariana, si tú hubieras sido la mesera, te juro que no te habría dejado propina…

 

   

 

HolaSim Alternatripmail

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.